La herencia de santo Tomás de Aquino

Enrique Martínez, miembro de la Pontificia Academia de Santo Tomás, reflexiona sobre la relevancia de la filosofía y teología tomista en la sociedad contemporánea

Dal sito web: https://www.religionenlibertad.com/blogs/echad-vuestras-redes/251126/la-herencia-de-santo-tomas-de-aquino_115193.html

 

di Luis Javier Moxó Soto

 

En el 800 aniversario de la muerte de santo Tomás de Aquino, la Iglesia católica y la sociedad en general se unen para conmemorar la vida y la obra de este gran Doctor de la Iglesia.

Enrique Martínez, miembro de la Pontificia Academia de Santo Tomás y terciario carmelita, es un destacado experto en la filosofía y teología tomista. Formado en la "Escuela tomista de Barcelona", Martínez obtuvo su doctorado en Filosofía por la Universidad de Barcelona, con una tesis sobre "Persona y educación en Santo Tomás de Aquino". 

Actualmente, es profesor catedrático de Filosofía en la Universitat Abat Oliba CEU, donde dirige el Máster Universitario en Estudios Humanísticos y Sociales y coordina el grupo de investigación "Persona y vida personal". 

En esta entrevista, Martínez nos ofrece una reflexión profunda sobre la relevancia de la filosofía y teología tomista en la sociedad contemporánea.

 

El profesor Enrique Martínez (Foto: Cesión del entrevistado)

-Dr. Martínez, ¿cómo ofrece Santo Tomás soluciones a los desafíos éticos actuales, en el contexto de la misión de la Pontificia Academia de Santo Tomás?

- Decía el Papa León XIII, fundador de la Academia, que santo Tomás venció no solo los errores pasados, sino que proporcionó “armas invencibles, para refutar los errores que perpetuamente se han de renovar en los siglos futuros”. ¿Cuáles son esas “armas invencibles”?

»Lo señala el mismo pontífice: “Indagar las conclusiones filosóficas en las razones y principios de las cosas, … que encierran como en su seno las semillas de casi infinitas verdades”. Desde esos principios podemos responder hoy a tantas cuestiones planteadas en nuestra sociedad contemporánea, como usted indica. 

»Para las de orden moral yo indicaría dos principios: el primero es la existencia en cada cosa de una naturaleza ordenada a un fin, que es su perfección. Desde ahí se desmoronan las posiciones que consideran la realidad como un caos azaroso, en donde lo moral queda al arbitrio absoluto de la voluntad; por el contrario, desde la afirmación de la naturaleza como principio es posible derivar las exigencias morales que denominamos “ley natural”. 

»El segundo principio es que la persona es, en palabras de santo Tomás, “lo más perfecto de toda la naturaleza” y “capaz del Sumo Bien”, que es Dios. Sin la consideración del lugar que ocupa la persona en el universo, digna de ser amada por sí misma, se cae en la absolutización de la praxis al no haber nada digno que contemplar, como enseñaba mi maestro Francisco Canals.

-¿Hay realmente una renovación del tomismo, según el Congreso Internacional 'Santo Tomás de Aquino: 800 años de magisterio' celebrado en la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA)?

- Así es. Son muchos los signos de esa renovación: congresos, publicaciones, investigaciones doctorales, etc. Usted ha mencionado el Congreso Internacional de Salamanca, pero unos días después celebramos en Barcelona el X Simposio de Estudios Tomísticos organizado por el Instituto Santo Tomás sobre “Naturaleza: perspectivas filosófica, científica y teológica”, y esperamos poder seguir celebrando muchos más; estos simposios son algunos de los frutos de la fecundidad de la Escuela Tomista de Barcelona, enraizada a su vez en Schola Cordis Iesu. Pero hay que decir que esta renovación no es algo de estas últimas décadas.

»Desde que falleció santo Tomás en 1274, su pensamiento ha sido continuamente estudiado y enseñado, particularmente por el Magisterio de la Iglesia. Los frutos de la encíclica Aeterni Patris de León XIII fueron enormes. Todos los sumos pontífices sin excepción han exhortado desde entonces hasta nuestros días a seguir a santo Tomás; también el Concilio Vaticano II. 

»Hay que entender muy bien esto: santo Tomás de Aquino no es el líder de un partido académico, al que hay que seguir como a un sabio más o combatir desde otras posiciones; sino un don de Dios a su Iglesia, inserto en la herencia que recibió, sobre todo de la Patrística. 

»Puede decirse de santo Tomás que es uno de aquellos pequeños a los que se refiere el Evangelio de san Mateo, y no uno de los sabios y entendidos. Es pequeño como santa Teresa del Niño Jesús, y por eso es tan fecundo, más allá de este maestro, o de aquella institución.

¿Cómo aplicar la renovación tomista en la Iglesia actual, en un contexto de secularización y pluralismo, y qué lecciones podemos extraer de la síntesis entre la filosofía aristotélica y la teología cristiana?

-Usted habla de síntesis, y eso es muy acertado. El II Concilio de Constantinopla se refería a la unión de la naturaleza divina y la naturaleza humana en la persona del Verbo como “unión según síntesis”, y Canals proponía contemplar toda la realidad a la luz de dicha síntesis. También en lo referente a la fe y la razón, o a la relación entre la filosofía aristotélica y la teología cristiana. 

»Uno de los peligros de la Modernidad, heredado de Hegel, es la dialéctica, que nos muestra la realidad como contradictoria y en lucha; un efecto suyo es el pluralismo religioso, entendido como imposibilidad de que una religión sea la verdadera, siendo posible decir una cosa y la contraria; y ante esto no es de extrañar que crezca la secularización. 

»Esa dialéctica es terrible si llega a la teología. Por eso, la síntesis entre fe y razón —cree para entender y entiende para creer— es del todo necesaria para poder ordenar la vida de la Iglesia Católica en la actualidad, pues “el justo vivirá de la fe” y “hay que dar razón de vuestra esperanza”. 

»El Papa Benedicto se refería al providencial encuentro histórico entre la filosofía griega y la fe bíblica como algo “necesario”, y por ello santo Tomás acudió a Aristóteles; y no como algo que podía estar de moda, sino desde una profunda convicción teológica. 

»Así, se pudo incorporar a la ciencia teológica la comprensión aristotélica acerca de la naturaleza, del conocimiento humano, de la virtud y la felicidad, de la estructura acto-potencial de la realidad corpórea, de la existencia de un primer motor inmóvil, inmaterial, viviente e inteligente, etc. 

»Estoy convencido de que el estudio de la filosofía aristotélica, integrada en la gran síntesis tomista, es urgente recuperarla para la formación de los seminaristas.

-La virtud de la prudencia es fundamental en la filosofía tomista. ¿Cómo se puede cultivar esta virtud en la vida diaria y en la toma de decisiones importantes?

-Usted me pregunta por uno de los ejemplos más claros de lo que acabo de decir acerca de la importancia de la filosofía aristotélica: el lugar fundamental de la virtud de la prudencia en la vida moral. Esta virtud ordena nuestras acciones al fin y es auriga de todas las otras virtudes morales: no se puede ser justo, paciente, magnánimo, casto, humilde, etc., sin ser prudente.

»No se trata de una virtud meramente intelectual, conocedora de “valores”, sino una virtud que, tras deliberar y juzgar la acción a realizar, mueve a realizarla. Todo el hombre se ve implicado en esta virtud: conocimiento del fin, memoria del pasado, docilidad ante los consejos de otro, deliberación racional, agilidad en la toma de decisiones, atención a las circunstancias, previsión de las consecuencias, precaución ante las dificultades… 

»Qué diferente es la prudencia tomista de lo que se entiende hoy por prudencia, que es solo evitar los peligros; por el contrario, lo prudente puede ser en ocasiones arriesgar la propia vida, pues se trata de alcanzar el fin último, que es la salvación del alma. 

»Así, la prudencia no consiste en una casuística que resuelve según lo establecido en la página 143, sino “la que determinaría el hombre prudente”, lo cual es signo de aquella perfección de cada persona, como mencionábamos antes. Pero lo más importante es que la prudencia no es la virtud más perfecta, sino la sabiduría, pues la vida prudente se ordena en última instancia a la contemplación de Dios, como también dijo Aristóteles.

-¿Cómo transmitir la filosofía tomista a través de la educación?

-Santo Tomás habla en numerosas ocasiones de la educación, que definió como “promoción de la prole hasta el estado perfecto del hombre en cuanto hombre, que es el estado de virtud”.

»Esta definición fue asumida literalmente por el Papa Pío XI en su formidable encíclica Divini Illius Magistri. Considero que hay que destacar varias cosas en la enseñanza de santo Tomás acerca de la educación. En primer lugar, que su lugar natural primordial es la familia, pues la educación completa la generación de la prole; es, como decía Antonio Millán Puelles, “una segunda generación”.

»Esto es muy urgente recordarlo ante las actuales intromisiones de otras instancias, sobre todo del Estado; este debe cuidarse de que haya un ambiente sano moralmente en el que las familias puedan educar a sus hijos. 

»En segundo lugar, dice santo Tomás que el matrimonio entre un varón y una mujer no se ordena solo a la generación de los hijos, sino a promoverlos al estado de virtud por el que puedan gobernarse a sí mismos y realizar obras de adultos; es decir, a que sean prudentes y puedan constituir una nueva familia en la que educar a los hijos. 

»En tercer lugar, para que los padres puedan cumplir esta misión educadora, se requiere que sean virtuosos, para que la virtud que deben adquirir los hijos vaya forjándose por cierta connaturalidad en el ambiente familiar. 

»Todo esto aleja la educación de los planteamientos constructivistas, por un lado, porque los padres y educadores son del todo necesarios. Y también de utopías educativas, que aspiran a ideales abstractos; no, la educación es como una herencia familiar, de los padres y de las generaciones antiguas -lo que conocemos como “patria”-; y así, el niño que aún no es virtuoso sabe que son suyas las virtudes de sus padres, de sus antepasados.

¿Qué mensaje dejaría Santo Tomás a la Iglesia y sociedad hoy?

-Decía antes que la síntesis primera es la de la Encarnación del Verbo, que “amó con corazón de hombre” (Gaudium et spes 22). La enseñanza de santo Tomás nos debe conducir a la contemplación del Corazón de Cristo, que es esperanza del mundo; y ello movernos a tener plena confianza en su Misericordia, que es donde más se manifiesta su Omnipotencia. Este sería, a mi parecer, el mensaje de santo Tomás de Aquino para la Iglesia y para el mundo de hoy.

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